
La brecha de precios que generó en Europa la invasión de Rusia a Ucrania en términos de stock de agroquímicos nitrogenados abre una nueva chance para poder poner en la balanza la oportunidad que tiene la producción local de abonos naturales.
Se trata de una apuesta que sin dudas puede convertirse en una fuente permanente y confiable dentro de un mercado que, como es el del agro, va a demandar cada vez más y en mayor volumen este tipo de productos.
No sólo afecta al mercado internacional de fertilizantes de síntesis lo que sucede en Rusia, uno de los grandes generadores de productos nitrogenados, sino también el alza en el costo que estos productos tienen en China, donde el precio del carbón impactó e impacta de manera considerable en su precio final.
A estas variables debe agregarse el impacto que generó el aumento del precio del gas natural en la producción de amoníaco, insumo estratégico para la elaboración de fertilizantes a base de nitrógeno.
Podríamos decir que el panorama europeo y asiático presenta sus claroscuros, no obstante que las variaciones en términos de stock y precio del producto no se pueden trasladar de manera directa al plano local.
Una de las condiciones más favorables para la Argentina es su baja dependencia de los fertilizantes que produce Rusia, que exporta a nuestro país sólo el 10% de estos insumos. Cifra muy por debajo de la que representa para España, cuya producción y costo de alimentos depende en gran medida del ingreso de productos nitrogenados elaborados por el país en guerra.
Sin tomar en consideración las consecuencias que trajo aparejadas el conflicto bélico, estos insumos tuvieron a nivel mundial una suba del orden del 164% entre diciembre de 2020 e igual mes de 2021, período en el cual el precio del fosfato diamónico (PDA) registró un alza del 92% y la urea se elevó un 263%, según estimaciones del Banco Mundial.
Pero el dilema de Argentina no se centra o recae únicamente en el origen del insumo que debe importar, sino en las restricciones que desde el gobierno nacional se instrumentan ante la falta de dólares para hacer frente a su compra.
Si se toman en cuenta los topes impuestos durante las últimas dos campañas de siembra de maíz, las divisas disponibles alcanzarían este año hasta el mes de agosto, con el consecuente faltante del 57% restante del insumo para cubrir las metas previstas para la cosecha actual.
Esta restricción podría determinar que el productor decida sembrar soja en vez de apostar por el maíz para su campaña. Decisión que influiría a mediano plazo en la falta de rotación del suelo y también en la posibilidad de generar un mayor volumen de divisas por el buen precio por tonelada que presenta el maíz a nivel mundial.
Este escenario abre un horizonte de expectativas para la elaboración de abonos naturales a gran escala. Hoy ya muchos emprendimientos agropecuarios y frutícolas lo tienen en agenda y es que ante la imposibilidad de importar -ya sea por precio, stock o trabas arancelarias- un insumo estratégico para mantener la calidad y sanidad de su cosecha, el productor comenzó a ver con buenos ojos el uso de fertilizantes y abonos naturales.
El plan alternativo que barajan varios actores de la región es comenzar a suplantar fertilizantes de base nitrogenada por otros que se originan a través de guano de pollo, chivo y hasta de descartes producidos por la industria sidrera.
Como en toda crisis, el aumento del precio de los fertilizantes tradicionales implica una posibilidad: crecer, expandir y perfeccionar el uso de abonos naturales, oportunidad que se presenta como una alternativa válida que debe comenzar a ganar volumen y mercado dentro de la agroindustria del Alto Valle.
El escenario está planteado, el interrogante es si como país productor de alimentos estamos a la altura de este nuevo desafío.
Este cambio implica la decisión de convertir en estratégicos a estos tipos de productos alternativos y naturales. Su impacto sobre el medio ambiente es determinante, su importancia en el acceso a abonos de origen nacional mejorará la balanza comercial al permitir un ahorro en dólares y su utilización a gran escala derivará en una planificación de las cosechas que generarán aún más divisas.